13 de febrero de 2018

"Objetos frágiles", de Inés Mendoza

Objetos frágiles Inés Mendoza
FICHA TÉCNICA:
Género: Narrativa
Editorial: Páginas de Espuma

SINOPSIS: 
Si en el primer libro de Inés Mendoza el fuego era la metáfora de un deseo de transformación individual y colectiva, los dieciocho relatos que componen este nuevo volumen parten de aquella búsqueda para seguir indagando en los vínculos inciertos que surgen entre el yo y el mundo. En este sentido, Objetos frágiles es al mismo tiempo una cuidadosa relectura del ideario romántico y un viaje alrededor de la experiencia contemporánea de la descomposición.
En su apuesta por un Romanticismo actual y necesario, estas narraciones retoman la ironía del Decadentismo, la sugerencia simbolista, el gesto disidente de las vanguardias. Los hombres y mujeres que caminan por sus ciudades heridas son habitantes de los sueños, sonámbulos que, como los de Keats, Shelley o Novalis, nadan en el corazón de lo contradictorio: luz y sombra, erotismo y muerte, individuo y sociedad, materia y alma, jerarquía y caos, fugacidad y permanencia. Todos ellos se mueven en el territorio del duermevela y el vacío de lo real: encarnan la insignificancia de lo humano en la corriente del tiempo.
Objetos frágiles es, en suma, un libro apasionado, exigente y maduro, que confirma a Inés Mendoza como una de las voces más destacadas en el cuento español de hoy. 

OPINIÓN:
En apenas un centenar de páginas se recogen dieciocho relatos de la autora repartidos en tres partes. A parte de esta división formal yo los clasificaría en dos tipos, según su extensión. Por un lado los hay muy breves, de una o dos páginas, incluso alguno de un párrafo o pocas líneas que se podría calificar como microcuento. Entre ellos destacaría “Despedida” –cómo en pocas palabras nos hace reflexionar sobre “la voluble felicidad de aquello que nos envuelve”–, la incerteza que desprende el personaje de “Deconstrucción de la marquesa”, la eterna cita de la chica de “Epifanía del enemigo”, la bella metáfora de la rosa que sufre el “Estado de sitio”, o el halo de misterio que transmite “Umbral”. Son relatos que hay que leer y releer para captar su esencia y disfrutarlos.
Por otro lado encontramos otros más extensos cuyas historias sumergen al lector en los mundos personales de sus personajes. Como “Nostalgia del velero” –uno de los que más me ha gustado–, en “Hopperiana” el lector es arrastrado por la surrealista reflexión de un hombre sobre una sombra, la mujer que cada noche hace revivir la “Petite place de gare”, el bello cuento sobre la isla de “Mohr, la que huye de la luz”, el romántico anhelo de la protagonista de “Las ciudades perdidas”, la melancólica celebración de dos amigas “En el faro”, o la revelación que tiene la narradora de “Todo lo sólido”.
Distintas voces e historias peculiares, pero todas repletas de esos objetos frágiles que dan título al libro y que parece que se nos invita a cuidar. Son cuentos variados en cuanto a contenido y forma, los hay más y menos realistas, algunos muy poéticos y que denotan gran sensibilidad, pero todos escritos con una prosa lírica que es una delicia de leer. En mi opinión un recopilatorio de relatos heterogéneo muy interesante
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Esther Rodríguez

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