17 de septiembre de 2017

"El cuento de la criada", de Margaret Atwood

El cuento de la criada Margaret Atwood
FICHA TÉCNICA:
Género: Narrativa
Traducción: Elsa Mateo Blanco 
Editorial: Salamandra

SINOPSIS: 
Amparándose en la coartada del terrorismo islámico, unos políticos teócratas se hacen con el poder y, como primera medida, suprimen la libertad de prensa y los derechos de las mujeres. Esta trama, inquietante y oscura, que bien podría encontrarse en cualquier obra actual, pertenece en realidad a esta novela escrita por Margaret Atwood a principios de los ochenta, en la que la afamada autora canadiense anticipó con llamativa premonición una amenaza latente en el mundo de hoy.
En la República de Gilead, el cuerpo de Defred sólo sirve para procrear, tal como imponen las férreas normas establecidas por la dictadura puritana que domina el país. Si Defred se rebela —o si, aceptando colaborar a regañadientes, no es capaz de concebir— le espera la muerte en ejecución pública o el destierro a unas Colonias en las que sucumbirá a la polución de los residuos tóxicos. Así, el régimen controla con mano de hierro hasta los más ínfimos detalles de la vida de las mujeres: su alimentación, su indumentaria, incluso su actividad sexual. Pero nadie, ni siquiera un gobierno despótico parapetado tras el supuesto mandato de un dios todopoderoso, puede gobernar el pensamiento de una persona. Y mucho menos su deseo.
Los peligros inherentes a mezclar religión y política; el empeño de todo poder absoluto en someter a las mujeres como paso conducente a sojuzgar a toda la población; la fuerza incontenible del deseo como elemento transgresor: son tan sólo una muestra de los temas que aborda este relato desgarrador, aderezado con el sutil sarcasmo que constituye la seña de identidad de Margaret Atwood. Una escritora universal que, con el paso del tiempo, no deja de asombrarnos con la lucidez de sus ideas y la potencia de su prosa. 

OPINIONES: 
Fue la lectura de abril de 2018 en el Club de Lectura.

He leído “El cuento de la criada” una novela que la escritora Margaret Atwood publicó en 1985, pero que se puso de moda al estrenarse este año en televisión una serie basada en la misma.
Se trata de una distopía narrada en primera persona por la protagonista, un personaje un tanto opaco, con quien no he sentido ninguna empatía; en realidad, no he sentido empatía con ninguno de los escasos personajes que pululan por la trama; una historia con tintes políticos y cierta crítica social, a la que también hay quien tilda de feminista, que no ha conseguido engancharme en absoluto. 
En una época indefinida y en medio de un ambiente claustrofóbico y gris, se desarrolla una trama inverosímil (incluso para una distopía) en la que los escasos y poco interesantes personajes, incluida la protagonista, están despersonalizados al igual que la propia historia, que adolece de concreción, de definición y de diálogos inteligentes, por lo que la novela en general me ha resultado absurda y no me ha gustado nada. 
Yolanda Castilla Galdos

Es la primera novela que leo de Margaret Atwood. En ella se recrea un estado totalitario y represivo que controla cualquier aspecto de la sociedad, y en el que los derechos están muy limitados, especialmente los de las mujeres. La autora describe la vida de las “criadas”, mujeres fértiles apreciadas únicamente por su capacidad reproductora. El texto se centra y está narrado en primera persona por la protagonista, una de estas criadas –en mi opinión bien podrían ser llamadas siervas o esclavas–, a la que conocemos como Defred. 
En buena parte del libro la narración es descriptiva, algo necesario para situarnos en el contexto. Se intercalan, en el día a día que vive la protagonista, sus reflexiones y recuerdos del pasado, lo que hace que poco a poco empatices con ella y quieras saber más. 
Personalmente me ha interesado leer cómo casi de la noche a la mañana desaparece un tipo de estado, no ideal pero en el que se presupone que existe cierta libertad, y se impone un totalitarismo en el que las libertades son casi inexistentes. También me parece interesante el concepto de “ficción especulativa” que usa la autora para catalogar su novela, en el que incluye su intención de no escribir ciencia ficción pura, sino que todo lo que aparezca en ella haya sucedido ya de algún modo en la historia. En ese sentido creo que es una distopía verosímil y factible, lo que hace reflexionar al lector profundamente –al menos ese ha sido mi caso–. Destacaría asimismo la atmósfera asfixiante que se logra y el epílogo final, absolutamente genial.
En resumen, diría que es una historia dura –espeluznante por momentos– pero fácil de leer y bien construida. Como lectura es adictiva, amena y muy recomendable. Me ha gustado mucho. 
Esther Rodríguez

Me gustó mucho, pero entiendo que la obra pueda no ser del agrado de todos.
Si bien es cierto que el libro aborda puntos que podrían considerarse como lugares comunes, como el servilismo, la depravación, el fanatismo, el sobre consumo y la contaminación, tenemos que recordarnos que se escribió en 1985, y que nada ha cambiado, al contrario.
Los peligrosos están cada vez más cerca.
Como la mayoría de las distopías que he leído, tiene una visión poco optimista del género humano y nos advierte sobre nuestras propias debilidades.
“La humanidad es muy adaptable, decía mi madre. Es realmente sorprendente la cantidad de cosas a las que puede acostumbrarse la gente siempre que exista alguna compensación” (cap 40). 
El carácter esencial de la obra, que lo repito, para mí, tendría que ser de lectura imprescindible en colegios, es obligarnos a observar nuestro propio reflejo y nuestra propia pasividad hacia los eventos que vivimos. 
Caemos en cierto letargo, las peores exacciones se vuelven banales, el noticiero cada día nos inunda de noticias alarmantes y solo unas cuantas Moira se elevan para protestar en el nombre de todos.
El final de la novela podría dejarnos perplejos si no fuese por este magnífico epílogo que nos da esperanza sobre el futuro de la población de Gilead. Además, cada lector es libre de imaginar cual fue la suerte de Defred al salir de allí. Cada quien puede decidir si se reunió con Luke, si logró reunirse con su hija, si fue feliz, si volvió a reorganizar su vida después de tanto traumas, si su cuento sirvió para acabar con este régimen de infamia.
La autora no nos da ninguna respuesta, solo nos permite cuestionarnos. 
Caroline Sakaël

A pesar de que las distopías no entran en el campo de mis preferencias pues bastante tengo con la irracionalidad que destila la prensa a diario, sí que me ha valido la pena acercarme a la obra de tan excelente escritora.
Sé que el posible rechazo a su lectura viene originado por la crudeza de la situación narrada la cual NO percibimos del todo como IRREAL pues olfateamos en los vientos del presente que estas situaciones de poder teocrático y totalitario van manifestándose en nuestras democracias a pasos agigantados. También sucede y ha sucedido en otros países, aunque con otros disfraces, sin olvidar que el libro está inspirado, según confesión propia, en el régimen de la República Democrática Alemana de aquellos días.
Lo primero que me llamó la atención es la precisión de la autora en torno al término FEMINISTA en la edición de 2017: "¿El cuento de la criada es una novela feminista? Si eso quiere decir un tratado ideológico en el que todas las mujeres y/o están victimizadas en tal medida que han perdido la capacidad de elegir moralmente, NO. Si quiere decir una novela en la que las mujeres son seres humanos—con toda la variedad de personalidades y comportamientos que eso implica- y además son interesantes e importantes y lo que les ocurre es crucial para el asunto, la estructura y la trama del libro… Entonces SÍ. En este sentido, muchos libros son feministas”.
Pero SÍ hay que reconocer que esta obra es la primera distopía escrita por una mujer con una protagonista femenina cuyo cometido en la nueva sociedad se verá limitado a una sola actividad: LA REPRODUCCIÓN. Esta nueva sociedad es CONSECUENCIA de una serie de situaciones extremas que afectaron a la supervivencia del ser humano (baja natalidad, desastre nuclear, destrucción de recursos), al contrario de otras utopías en las que no hay referencias a las formas de vida de tiempos anteriores.
Observo en la novela tres momentos: el primero, a partir de un yo narrativo, DESCRIBE el gélido mundo que le rodea en donde ella es una presencia fantasmal absorbida por las rígidas leyes de su entorno cuya función es la anulación -en su caso y en la de sus iguales- de las múltiples facetas que en la sociedad podemos desempeñar, y su sometimiento a un único significado y propósito: el de anónimas reproductoras. Este vacío empieza pronto a ser contrarrestado por los recuerdos de su pasado que aunque no ideal era “su vida”. La alternancia entre el pasado tan cercano y el asfixiante y aterrador presente es lo que hace que me resulte tan estremecedora la novela.
En el segundo, asistimos a la parte ACTIVA de la narración: las grietas del mundo de Gilead por obra y gracia de la corrupción salen a la luz. Esta luz alumbrará la esperanza de Defred cuyo cuerpo (mínima imagen devuelta al principio en los espejos por los que pasa y máxima al final) e identidad se irán manifestando en sus relaciones con el comandante y su subordinado hasta desembocar en el terrible espectáculo de la escena final previa a su huida. Se le ha reprochado a la autora la escasez de acción a lo largo de la novela y recuerdo haber leído el deseo de la propia Atwood de mantener cierto distanciamiento del lector, a fin de que no se produzca “la suspensión de la incredulidad” y tenga un efecto admonitorio: NOS PUEDE SUCEDER…
La tercera parte: MI DESPERTAR... Tengo la impresión de haber estado flotando dentro de una burbuja en donde la tensión lectora ascendía y ascendía sin freno. Y de pronto caí, como Faetón, en las brumas de la investigación de la historia que acabo de leer. ¿Quién?, ¿cuándo?, ¿cómo?, ¿por qué? son los interrogantes que se plantean estos investigadores de excéntricos nombres en torno a unas cintas magnetofónicas "un acto de esperanza" según Atwood encontradas por azar y sin un orden establecido... Pero omitiendo las irónicas observaciones de la autora en torno a la loable labor de la investigación lo que queda es el reconocimiento de que tanto en el momento de su escritura como en el nuestro de 2018 laten a veces larvados los elementos para una marcha atrás de la humanidad... Y por terminar de una manera positiva me sumo a la categoría de "antipredicción" con la que califica la autora su obra pues "si este futuro se puede describir de manera detallada, tal vez no llegue a ocurrir". AMÉN. 
Ana Ballester

Se ha hablado mucho últimamente de “El cuento de la criada”, obra publicada en 1985 pero de actualidad por su exitosa adaptación televisiva. Llevo tiempo queriendo adentrarme en esta lectura y al fin le ha llegado el turno.
Defred es la protagonista, y es criada en la República de Gilead. Pero no una criada de las que nos vienen a la mente, en Gilead las criadas tienen una función diferente: menstruar, ser fértiles, reproducirse. Si no, no son útiles. Y podrían acabar en las Colonias realizando tareas ignominiosas. Y sí, hay funciones aún más horribles que ser víctima de asépticas violaciones a fin de quedar embarazada.
“El cuento de la criada” es una suerte de registro de la experiencia de su protagonista y, naturalmente, está escrito en primera persona. Se trata de una obra de carácter distópico, en la que se han reducido las libertades al mínimo y las mujeres fértiles viven recluidas, silenciadas, deshumanizadas. Son meros recipientes cuya función es gestar hijos para otras personas.
Las distopías, que plantean esa ficción oscura y angustiosa, abren una vía de reflexión sobre nuestra realidad actual. Leyendo “El cuento de la criada” cruzaron mi mente cuestiones como la pujanza de los vientres de alquiler y las cuestiones éticas al respecto.
Una lectura inteligente, crítica, sagaz, desasosegante. En síntesis, imprescindible. 
Ana Rayas

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