2 de junio de 2017

"El desorden que dejas", de Carlos Montero

El desorden que dejas Carlos Montero
FICHA TÉCNICA:
Género: Narrativa
Editorial: Espasa

SINOPSIS:
Ganadora del Premio Primavera de Novela 2016.
La novela premiada es un intenso thriller psicológico protagonizado y relatado en primera persona por Raquel, una joven profesora de literatura en horas bajas que acepta una suplencia en un instituto de Novariz, el pueblo de donde, casualmente, procede su marido.
En su primer día de trabajo, la joven se entera de que Elvira, su predecesora, se ha suicidado y al finalizar las clases encuentra en su bolso una nota que dice: «¿Y tú cuánto vas a tardar en matarte?».
Decidida, Raquel intentará averiguar quién está detrás de esa amenaza, e inevitablemente se empezará a obsesionar con la antigua profesora.
¿Qué le ocurrió? ¿Qué la llevó a la depresión si los alumnos la adoraban? ¿Realmente se suicidó o alguien acabó con su vida? ¿Se está repitiendo el mismo patrón con ella? Y sobre todo, ¿por qué de repente algunos indicios apuntan al marido de Raquel?
Una novela que arranca como una historia de acoso a una profesora para convertirse enseguida en un thriller perverso y apasionante. Una disección de la debilidad humana. De la culpa. De la fragilidad de las relaciones. Y de las mentiras y secretos sobre las que montamos nuestras vidas sin calibrar ni ser conscientes de las consecuencias
. 

OPINIÓN:
Con un título atractivo, una sinopsis de contraportada sugestiva y el aval del premio Primavera de Espasa, podría haber sido una gran novela si el autor no se hubiera dejado arrastrar por el consumo fácil y rápido, dirigiéndose a un público de masas fundamentalmente joven y tocando temas de tremenda actualidad pero de manera superficial: gran impacto pero poco fundamento.
La premisa del argumento es buena: una joven profesora de Literatura, atrapada en un matrimonio tan inestable como ella, tiene que cubrir una baja en un instituto de un puebluco de Orense. Cuando llega a su destino descubre que la profesora anterior, una superwoman física e intelectual, se ha suicidado y algunos apuntan a que varios de sus alumnos la incitaron a ello. Sin mediar motivo, empieza a ser acosada y amenazada por esos alumnos y su reacción será lanzarse de cabeza a investigar sola la muerte de su antecesora, con lo que se precipita el caos novelero, que no novelístico. Así, lo que apuntaba a un interesante thriller psicológico se queda en telefilme de sobremesa.
A montar este folletín contribuyen, y no poco, unos personajes tan arquetípicos que, a su lado, Bob Esponja es Kafka: Raquel, la protagonista, es una profe modelo de la nueva hornada del buen rollo escolar que arrastra todos los traumas típicos del susodicho telefilme; el “trio calavera” de acosadores: Iago, Roi y Nerea, prototipos de adolescentes de serie juvenil de TV; el señorito golfo del pueblo, empresario y explotador, culpable de la ruina económica del lugar, un Jesús Gil a la gallega pero sin “pimentón” de gracia; el marido mediocre de Raquel y su tradicional familia que no acepta a la chica… Un conjunto curradísimo, vamos.
Acorde con el veloz impulso juvenil que alienta el libro, su lectura es rápida porque su escritura es como un torrente de diálogos desbordado, bastante planos, aunque perfectamente trabados, hay que reconocerlo. Pero anda escasa de las necesarias pausas narrativas de los párrafos (porque los desquiciados y largos monólogos interiores de la protagonista no se pueden calificar de tales) y abundante en un lenguaje “colega” que se extiende a todos los personajes sin importar estatus ni formación, factores que conducen a una absoluta falta de empaque literario. Yo definiría su estructura como la de un guion fílmico en el que las acotaciones han sido sustituidas por breves apuntes narrativos.
Y tiene un por qué. Aunque la editorial no lo mencione en la clásica solapa, Carlos Montero cuenta con una larga y fructífera carrera como guionista de TV y es una de las plumas artífices de esos fenómenos televisivos llamados “Compañeros” y “Física y Química”. Creo que esta información explica por sí sola todas las carencias del relato que nos ocupa.
Si sois asiduos de mis comentarios lectores os preguntaréis por qué no abandoné a la primera tontuna. Lo hice, en un par de ocasiones. Pero confieso que mientras leía se iban formando nubes de tormenta en mi cabeza, cual Próspero convocando tempestades de crítica perversa. Y me produjeron tales cosquillas cerebrales que terminé la lectura sólo por darme el gustazo de hacer esta reseña.
Sí, lo reconozco, he sucumbido a la mala baba, pero es que cada palabra que leía me afilaba aún más el colmillo (y no he comentado todo lo apuntado por no hacer la reseña larga).
Pero me redimo en un pispás: si algunos de los lectores tienen hijos que crecieron con las series de TV aludidas o ellos mismos eran fan de estas pandis, que lo lean porque se van a sentir muy identificados.
ADENDA: Aún me sigo preguntando en qué pensaba el jurado del premio al otorgarlo a algo tan falto de esencia literaria
. 

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